Mudanzas y mas mudanzas, cajas van, vienen y desaparecen con objetos que a cierta altura le dimos gran valor. Tengo en mis manos un libro de Don Quijote que ha podido perderse en cualquier caja olvidada, pero no, mi suerte le ha permitido viajar a los mismos lugares de encuentro desde el siglo pasado. No ha sido de gratis para él, ya al pobre ni la carátula se le sostiene sin ayuda, este es el triste pago por soportar tres veces mis lecturas y de múltiples viajes incómodos en cajas obscuras.
Me es fácil recordar los viajes del libro, nos ha tocado viajar por caminos distintos pero con un mismo destino: a partir de la primera lectura comenzada en Gramoven cuando estuvimos los dos disfrutando aislados del mundo, de una u otra manera hemos estado juntos. De allí nos mudamos a la Candelaria, allá en mi segunda lectura incorporaramos en la travesía a una querida compañera de viaje, una hoja que nos ha servido de guarda página desde entonces, a partir de allí fue un pasaje rápido por El Morro, ida al oeste a Bella Vista, para terminar mas al este en Santa Rosa de Lima, nuestra última estadía en Caracas.
Luego de una espera de meses, viaje a Cork en Irlanda, ida presurosa a Porto en Portugal por tres años, vuelta a Dublín en Irlanda, viaje en mano a Galway con retorno a Dublín, donde a mano lo tengo ahora.
Colosal resistencia, en términos de fortaleza física el libro no tiene que demostrarme nada, ni de su contenido pues con agrado le recuerdo, él tambien me conoce por haber estado juntos disfrutando de sus páginas, al presente sigue firme en espera de una merecida reparación, en mi tercera lectura aún en proceso.
Esta última exploración del Ingenioso Hidalgo y de sus correrías se me ha hecho pesada, lo he dejado por semanas sin tocar y me cuesta sentir a los personajes, es como dejarlos de vacaciones haciendo sus vidas, para pedirle cuentas sin ninguna autoridad, con frecuencia les pierdo con facilidad el ritmo al tener que revivirlos otra vez.
Pero el tema de este post no es acerca del libro, es por el texto escrito hace casi treinta años en la hoja marca páginas, ella ha hecho un excelente trabajo como mi fiel compañera, sigue allí agradecida marcando mis pasos durante mis lecturas, diciéndome con respeto que debía cambiar de página, a ella no tengo que leerla, hace años la podría haber recitado de memoria, para ustedes dice así:
El Autobús
Me dijeron amigos tu nombre
encerrado no lo quise escuchar,
me preguntaron luego por tí
y con miedo sólo te supe negar…
Tu moviste penosas montañas
De mí recibiste las piedras,
¿Por qué al final te recuerdo?
si nunca me preocuparon tus penas.
Viviendo hoy esta vida prestada
Esa es mi bien merecida condena,
Pues conociendo tu nombre
Justo cual Judas cargo cadenas.
Peso frío por egoistas omisiones
Me lo tengo bien merecido,
Ahora me desgrano los sesos:
Y del bloqueo salir no consigo.
Eras tú querida, mi grata casualidad
El milagro bendito que me trajo Dios,
Eres ahora la luz por siempre perdida
Triste queda por siempre íngrimo un lo siento.
Estando desde hoy al final del camino
Será un sueño perdón poder pedir,
Salir de la pesadilla y darte las gracias:
Tu engañada siempre SOLA creíste en mí.
Eras más que un nombre, eras la vida
Siendo la persona ideal, que no conocí
Te cambié por un título, a duras penas
Que sin ti no vale nada, ni siendo feliz.
¿Para qué los recuerdos?, en este autobus
Si el destino quedó definido, voy de bajada
No tengo una segunda vida, esta sigue
Te llevaré en la despedida, de corazón.
Pedro
Sartenejas, un día de octubre 1989
Años después intenté un acercamiento para tentar exonerar mi alma, mas quedé congelado por lo difícil de buscar palabras a la distancia. Con su ayuda lo dejé así, el momento se dejó llevar, me dí cuenta que después de tanto tiempo la página de la vida irremediablemente había sido pasada, que estaba pecando de egoísta y era muy feo hacer el papel de un verdugo pidiendo clemencia.
Dublín, Diciembre 2016
Dublin Random Notes 